Comer como Heliogábalo...

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que un heliogábalo es una "persona dominada por la gula", y explica que es así "por alusión a Heliogábalo, emperador romano, que fue voraz". Cuenta la historia que en Roma nadie se atrevía a rechazar una invitación para cenar con el emperador. Lo mejor que se podía esperar era una velada de lo más desagradable, lo peor una muerte particularmente indigna. Porque el joven emperador dedicó su corto reinado a gastar pesadísimas bromas a algunos de sus infortunados súbditos.

Una de sus diversiones predilectas era invitar a cenar a los siete hombres más gordos de Roma. Se los sentaba en almohadones llenos de aire que eran pinchados de improviso por unos esclavos, derribando al suelo a los obesos comensales. A otros invitados se les servía comida artificial elaborada con cristal, mármol y marfil. La etiqueta exigía que la comieran.

Para un banquete él tenía 600 cerebros de avestruz preparados para su consumo y se disponía de 22 platos diferentes para el servicio. Una de sus extravagancias era que alimentaba a sus perros con foi gras.

Cuando se servía auténtica comida, los invitados debían estar preparados para encontrar arañas en la gelatina o excremento de león en la repostería. Quien comía demasiado y se quedaba adormilado podía despertar en una habitación llena de leones, leopardos y osos. Si sobrevivía a la impresión pronto descubría que los animales estaban domesticados

Con el objeto de convertirse en el sumo sacerdote de su nueva religión, Heliogábalo se hizo circuncidar. Herodiano relata que forzó a los senadores a contemplar su danza ante el altar de Deus Sol Invictus al toque de tambores y címbalos, y cada solsticio de verano celebró un gran festival en honor de la deidad, que se hizo muy popular entre las masas porque se distribuía comida en abundancia.

Heliogábalo desarrolló entre sus contemporáneos una reputación de excentricidad, decadencia y fanatismo que fue probablemente exagerada por sus sucesores y rivales políticos. Inmediatamente después de su muerte -fue asesinado en el año 222, cuando solo tenía dieciocho años- comenzó una campaña de propaganda contra Heliogábalo, atribuida tradicionalmente a Julia Avito Mamea. Circularon sobre él muchas historias denigrantes y falsas, y sus excentricidades pueden haberse exagerado. La más famosa de ellas, inmortalizada en una pintura del S. XIX, “Las rosas de Heliogábalo”, es que asfixió a invitados con una masa de «violetas y rosas» que se lanzaban desde arriba. 






Fuente: vanitatis.com, personajes



Comentarios