Las relaciones con Haití ante un desafío integral

Nota publicada en el diario La Prensa 

Por Pedro von Eyken*


La deriva violenta y anárquica que está tomando el pequeño país del Caribe, tan atribulado como entrañable para quien lo ha conocido a fondo, debería ser motivo de preocupación en los niveles de conducción de las áreas de relaciones exteriores, seguridad y cooperación internacional. El tacto y el criterio demostrado por la actual conducción de la Cancillería Argentina y la Seguridad permiten albergar buenas esperanzas. Entre 2017-2019 y la actualidad, el país fue perdiendo en estabilidad institucional y seguridad. Llegué a Haití cuando la penúltima fuerza multinacional de la ONU se estaba retirando. La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, Minustah, (2004-2017), fue la novena y más extensa de la ONU entre 1993 y 2023. La décima Misión, autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU en octubre último, de apoyo a la seguridad (MMSS), aún no arribó al país. Todavía se debaten la integración y otras cuestiones.


La violencia, los secuestros extorsivos y la ausencia de Estado siguen agravándose. Una amiga argentina, casada con haitiano y residente en Haití hace más de 30 años, fue secuestrada en 2022 y liberada con pago de rescate. Lógicamente, aunque me fui hace cuatro años y medio, sigo muy actualizado. El país está en manos de bandas criminales dirigidas por ex policías que, en los primeros días de marzo, llegaron a amenazar con el arresto al presidente Ariel Henry, ex primer ministro desde julio de 2021, que carece de legitimidad de origen porque nunca fue confirmado por el Parlamento. Henry no pudo regresar al país desde Kenia, adonde fue para tratar la misión de apoyo de la ONU. El aeropuerto de Puerto Príncipe está tomado y la vecina República Dominicana le negó a su avión autorización para aterrizar. Debió desviarse a Puerto Rico, donde EE.UU. presiona para que dimita e iniciar así la institucionalización del país.

Mientras, el 5 de marzo un grupo “eligió Presidente” a Guy Philippe, del partido Réveil National pour la Souveraineté d’Haïti. Un rebelde y ex convicto que desempeñó un papel clave en 2004 contra el ex presidente Jean-Bertrand Aristide.
El presidente Jovenel Moïse, a quien presenté mis cartas credenciales en noviembre de 2017, fue asesinado por sicarios colombianos el 7 de julio de 2021, aunque la autoría intelectual del crimen aún no fue establecida. Fue el tercer magnicidio de la historia de Haití. Un poco de historia: Estados Unidos ocupó Haití de 1915 hasta 1934. Ninguna invasión estadounidense, antes y después, permaneció 19 años en ningún país de la región. Francia: en 1825 la Ordenanza del Rey Carlos X exigió a Haití, “en pago por las pérdidas sufridas por los propietarios blancos ante la abolición de la esclavitud”, la astronómica suma de 150 millones de francos, a fin de conceder su reconocimiento de la independencia, aunque existía hacía 21 años. La suma total abonada a Francia durante seis décadas equivalió a 560 millones de dólares actuales, lo que provocó la pérdida de entre 21 mil y 115 mil millones para el crecimiento. Un hecho inédito en la independencia de América Latina. Todo suma, o resta, según se mire.


PROBLEMAS ESTRUCTURALES

La pobreza, la violencia y la anarquía estructurales no pueden atribuirse exclusivamente a la presencia y acción de potencias extranjeras. Admitir lo contrario validaría el discurso de la izquierda, según el cual todas las desventuras de los países periféricos se deben a países del centro. Lo dije en mi libro “Testigo de una revolución traicionada”, publicado en 2022, crítico sobre la revolución cubana. Allí sostengo que el embargo de los Estados Unidos (mal llamado bloqueo) no es el único ni el principal culpable de la grave crisis que enfrenta Cuba desde 1991 con la caída de la URSS, agravada con los años, sino a las seis décadas de dogmas económicos. El caso de Haití es distinto: no concibe una revolución como la cubana. Con todos sus problemas, no se vislumbra una posible deriva marxista-leninista; hay libertad de expresión en las manifestaciones y la prensa, además de economía de mercado.

¿CUÁL ES EL DESAFÍO INTEGRAL PARA LA ARGENTINA?

Comprender, primero, que los problemas que nueve misiones de la ONU no pudieron solucionar en Haití, no se resuelven apenas con represión militar o policial. Esta es una condición necesaria, con el grado alcanzado en las últimas semanas y desde el asesinato del presidente Moïse, pero no suficiente.
La sola presencia de soldados o policías, sobre todo de los Estados Unidos o Francia, evoca en el sufrido pueblo haitiano los peores fantasmas de un pasado que parece retornar siempre. Por lo pronto, la última fuerza de apoyo, decidida por la ONU en octubre último, contempla el auxilio de policías o gendarmes. Haití tiene poco más de 6.000 policías, que, en la presente crisis, no alcanzan para más de11 millones de habitantes.

El país necesita, además de orden estable, una fuerte cooperación para su desarrollo económico e institucional. Nuestro país dejó allí una huella imborrable, en ambas áreas. En la militar y de seguridad, participó con soldados en la Minustah (2004-2017) y con policías en la posterior Minujusth (2017-2019), de apoyo a la seguridad y derechos humanos. Sin embargo, el aporte argentino más recordado fue el Hospital Militar Reubicable de la Fuerza Aérea para la Minustah. Lo visité un mes antes de su desmantelamiento. No sólo atendía a los cascos azules de la ONU sino también a víctimas civiles del terrible terremoto de 2010 y del huracán Matthew de 2016.

En el ámbito de la cooperación técnica bilateral (una embajada en Haití no se explica sin cooperación), la Argentina participó con gran éxito en el proyecto Pro Huerta, que promovió la autoproducción de alimentos frescos y una mejor calidad de vida a 90 mil haitianos. De nuestro lado era coordinado por la Cancillería y participaban el Ministerio de Desarrollo Social, el INTA y agencias de cooperación extranjeras. Su abrupta cancelación por el gobierno argentino en 2016, nunca explicitada, dejó a Haití sin un activo valorado para su desarrollo agrícola. En mayo de 2022, el gobierno anterior lo retomó con un nuevo nombre: "Huertas Agroecológicas Escolares en Haití como Estrategia de Construcción de Seguridad Alimentaria y Nutricional".

Al despedirme del presidente Moïse a principios de septiembre de 2019, él me hizo un pedido concreto, algo que se hace cuando un embajador llega, no cuando se va: cooperación para crear en Haití la industria láctea de la que carece, a partir de la inseminación artificial de bovinos resistentes al clima del Caribe. Igual puse esta cuestión en conocimiento de la Superioridad pero, como sucedió con pedidos anteriores durante 22 meses, no recibí respuesta. La invisibilización de Haití, su característica emblemática junto a la miseria, aqueja al país desde 1804 y no es sólo obra de las grandes potencias. ¿La Argentina tiene que seguir haciendo lo mismo, o sea nada, por este país amigo? No tengo la respuesta, sólo un ferviente deseo inverso.

*Ex embajador argentino en Haití.

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