“Quizá fueron los primeros signos de la existencia en mí de un don que no debía desperdiciar: elegir bien las palabras e influir con ellas a los demás. Y si fuera posible, con ternura y humor”. Rolando Martiñá escribió su primer relato inspirado en su abuelo Mingo, quizá desconociendo que muchos años después se iba a convertir en un escritor de ficción, un escritor que con su primer relato llamado “Tarzanito” comenzaría a inventar un mundo literario, creado con palabras y con historias para contar.
Para
Rolando, contar responde a muchas necesidades, contarle algo a los otros,
contar con los otros e influir en la vida de los otros. Dentro de él, subyace
el deseo de dejar una huella en el tiempo, a través de las historias que él cuenta
y que este libro nos trae: relatos y poesías que hablan de amor, de humor, de
los hijos, del cuidado a los demás y de la vida misma. Y en un sentido más
profundo, por debajo de cada historia, se disfruta de la experiencia de vida
del autor y su amor por la vida.
También
algunos miedos y muchos sentimientos más que podrán saborear en esta picada literaria,
porque “dicho sea de paso”, cada una de las páginas dan cuenta de que para el
autor, la única manera de ser inmortal es la de quedar en la memoria de los
otros a través de sus obras.
Y
ese mundo literario que una vez comenzó a inventar ya tiene la impronta de un
autor que sabe lo que quiere en “su mundo”: ser inmortal al dejarnos todo su
legado literario y buscar que las historias tengan un vuelo; “que aligeren el
peso de lo dicho y el paso”, que sigan su cauce en la imaginación o en el
corazón de quien tenga el gusto de leerlas.
Por Stella Roque. Texto redactado por mí para la contratapa de "Dicho sea de paso. Hojas sueltas...", último libro publicado por Rolando Martiñá.
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