De un tiempo a esta parte se ha tornado frecuente el uso de la
palabra resiliencia para denominar la resistencia de alguien
ante un sufrimiento intenso o una situación desfavorable. En
realidad, resiliencia es la capacidad de superación de
alguien que experimenta una vivencia traumática, de dejar atrás el sufrimiento
y volver a vivir la vida con tanto apego y entereza como los que no
pasaron por esa experiencia. La resiliencia refiere a vivir situaciones
límite con la flexibilidad de un junco, sobreponerse a ellas y salir uno
fortalecido.
Resiliencia es un término que viene de la física, ciencia en
la cual se emplea para denominar la propiedad de un material de volver a su
forma original después de haber sufrido una deformación. Algunos coches, por
ejemplo, tienen parachoques resilientes que, después de haber sufrido
una colisión, son capaces de recuperar espontáneamente en poco tiempo su forma
previa. En física, resiliencia expresa la cantidad de energía
que ese material es capaz de almacenar cuando la presión que sufre reduce su
volumen; esa energía se mide en julios por metro cúbico.
El psiquiatra infantil
Michael Rutter y el neurólogo, psiquiatra y etólogo francés contemporáneo Boris
Cyrulnik, inspirados en el concepto físico, introdujeron el término en el campo
de la psicología con el significado explicado más arriba: la capacidad de las
personas de superar tragedias o acontecimientos fuertemente traumáticos.
Cyrulnik, cuyos padres judíos fueron asesinados por los nazis, pasó los últimos
años de la guerra escondido en una granja. Su recuperación lo llevó a estudiar
psiquiatría y dedicó su vida a estudiar la capacidad de recuperación de los
sobrevivientes de los campos de concentración y de los niños criados en
orfanatos.
Resiliencia es
una de esas palabras de origen latino que, curiosamente, nos han llegado a
través del inglés, en este caso, del vocablo resilience, que,
a su vez, se derivó del latín resilio, -ire ‘saltar
hacia atrás’, ‘volver de un salto’, compuesto a su vez por el prefijo re- y
el verbo salire ‘saltar’.
El mismo concepto se aplica
también en ecología para indicar la capacidad de un ecosistema para absorber
perturbaciones sin alterar significativamente su estructura, y luego regresar a
su estado original una vez que la perturbación cesa.
No es apropiado, pues, decir
que alguien es resiliente porque logra resistir una situación
desfavorable, sino que el concepto de resiliencia se aplica
más bien a quien es capaz de recuperarse totalmente del trauma sufrido y seguir
adelante.
Fuente: Ricardo Socas. Web: www.elcastellano.org
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